“¡Háganles casas como Dios manda!” Con esa típica voz trémula y agangosada espetó el Caudillo a los funcionarios que le acompañaban durante una visita a Bilbao a finales de 1959. Se refería al conjunto chabolista de las laderas del ‘Botxo’. Dicho y hecho, la maquinaria franquista se puso en marcha. Para endulzar el desagravio del Generalísimo y ahorrarle una nueva visita, se decidió preparar un documental propagandístico que mostrara las virtudes del régimen. Una película que no se estrenaría en salas ni NODOS. Solo para Caudillos de perfil bajo.
En nuevo barrio de Otxarkoaga recién inaugurado. 1961. Fuente
El documental, de once minutos, ha sido recientemente restaurado y estrenado para el resto de los mortales. La historia de la película está llena de mensajes subliminales del director al Caudillo y a todo el régimen. Sometido a la férrea disciplina del guión impuesto por el Ministerio de la Vivienda, Jordi Grau -el director- hizo, en solo cuatro días, un ejercicio magistral de cinematografía y contrapropaganda fascista que fue reprimido -por excesivo- por el propio dictador, obligándole a la inclusión de nuevas escenas para su exclusivo disfrute. Todo con una relación unidireccional de sutilezas, lanzadas como dardos a la línea de flotación del sistema por el ingenuo e ingenioso director.
Os propongo un ejercicio. Visionar el documental completo antes de pasar al siguiente párrafo. Imaginaos que sois el Caudillo en una noche de asueto con ‘La Collares’ en el Palacio del Pardo. Que la película es solo para el disfrute de vuestro ego. Que hace unos meses estuvisteis de visita polémica en las barriadas de Bilbao y que la acidez producida por el oleaje político nacionalista se multiplicó al observar el chabolismo inmundo de las montañas del Botxo. Imaginaos que a las órdenes de vuestra pía conciencia suplicasteis a vuestros adláteres la limpieza ‘técnica’ de la infravivienda de los barrios de Uretamendi, Los Caños, La Peña, Monte Cabras…, mediante la construcción de una modernísima urbanización para el realojo. El nuevo Barrio de Otxarkoaga. Y os disponéis a ver, por primera vez, el resultado de los trabajos. A ver si os dais por aludidos con ciertos mensajes. El Montaje no es el original y tiene escenas que Franco obligó añadir a posteriori, tras un cabreo monumental, pero quedan resquicios y mensajes del director que el Caudillo percibió pero sin el control de su conciencia… ¿Eres más listo que Franco? Ponte a prueba.
Otxarkoaga. (‘Lugar de Flores Amarillas’ en vasco) ¿No te chirría la película? Lo que debiera ser un documental alegre, panfleto de las bondades del régimen; está cargado de componentes misteriosos, rancios y demasiado enigmáticos. La idea original, encargada por los funcionarios del Ministerio, era mostrar la alegría del pueblo en sus nuevas viviendas, pero Jordi Grau lo plantea deliberada y sutilmente al revés. Las sonrisas, los juegos, las caras alegres son las de los chabolistas en sus viviendas originales. Las últimas escenas con los niños jugando en el parque y la gente contenta en las ventanas fueron introducidas tras la revisión del Caudillo. (Observar que las escenas añadidas son de cielo soleado. Minuto 8:16, 8:28). Lógico, pero insuficiente.
Hay más detalles. La música. Durante la primera parte, unos silbidos acompañan el paseo por las viejas barriadas. Unos silbidos muy humanos que contagian alegría, juegos y esperanza. La música de la segunda parte es más metálica y deshumanizada, estridente y electrónica. Como sugiriendo la segura descontextualización de sus nuevas vidas. El propio autor recuerda:
“La parte en que se ve a las familias dentro de las chabolas –dice– está acompañada por un silbido humano al estilo del que más tarde introduciría Morricone en el cine. Quería decir con él que allí había vida. La destrucción de las mismas posee sonido original, pero el final, con planos del nuevo barrio en picado y resaltando las aristas de las casas, tiene música electrónica entrecortada.” Jordi Grau.
En la primera parte se habla de hogares, en la segunda de casas. Hay vida, llenos y actividades en las chabolas. Son “Puentes tendidos a la esperanza”, dice el narrador… Solo hay vacíos, grandes dudas, aristas puntiagudas y modernos pero desangelados mastodontes en las nuevas viviendas.
El narrador también coopera en la transición del contenido. Su voz cambia estrepitosamente de ‘color’ al mismo tiempo que cambia el compás musical y mientras comienzan las obras del nuevo barrio; acompañando con su violenta estridencia las máquinas del régimen que, como tanques, invariablemente te conducen a la victoria. ‘Su’ victoria. Minuto 3:33.
En general la sensación que se queda el espectador no afín es que no apetece demasiado el cambio. El ‘otro’ rebaño de ovejas azules se quedará siempre ensimismado con las virtudes de la maquinaria propagandística.
Nada es baladí. Todo está premeditado por el acorralado director novel. Buscando espacios de ingeniosa libertad entre los resquicios de una humillada dictadura. Historia olvidada de nuestro cine.
Fuentes
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