Experimento de la ceguera de elección | Imagen: Nature
Los seres humanos tendemos a sobrevalorarnos y autoengañarnos. A menudo adaptamos nuestra percepción de nosotros mismos y construimos una falsa explicación de lo que hacemos, a pesar de que los motivos últimos se nos escapan. Esta incapacidad para conocer nuestros estados mentales se conoce en Psicología como “ilusión de la introspección” y explica el proceso por el cual inventamos una justificación para decisiones que no sabemos cómo hemos tomado.
Una de las primeras aproximaciones la realizaron los psicólogos Richard Nisbett y Timothy D. Wilson en 1977, con una serie de experimentos que les sirvieron para hipotetizar que no podemos acceder al proceso mental que nos lleva a decidir y por eso inventamos la explicación. En el experimento, los investigadores entregaban algunos pares de medias a un grupo de mujeres y les pedían que escogieran el que más les gustara. Una vez hecha la elección, las mujeres explicaban los detalles que les habían decidido, como la textura, el color, la apariencia…, sin saber en ningún momento que todas las medias que les habían entregado eran idénticas.
El proceso quedó aún más claro con el experimento realizado por Petter Johansson y Lars Hall en el año 2005. Esta vez, los investigadores mostraban a los sujetos parejas de fotografías para que escogieran aquella cara que les pareciera más atractiva. Sucesivamente, cada sujeto iba escogiendo y justificando la elección sin saber que, mediante un sencillo juego de manos, el experimentador había cambiado su primera opción por la contraria. Para que lo entendáis mejor, veamos este ilustrativo vídeo del experimento (paciencia porque merece la pena):
Si os fijáis, el experimentador da el cambiazo en el último instante y entrega al sujeto la cara que precisamente no ha elegido, de modo que éste acaba justificando una elección que nunca ha hecho. La gran mayoría de los sujetos sometidos a la prueba (un 70%) no se percató del engaño e inventaba los motivos por los que había elegido la cara. Para entenderlo mejor: un sujeto podía decir, por ejemplo, que elegía una cara porque le gustaban las mujeres con gafas y haber elegido en principio la foto de una mujer sin gafas.
Otra de las conclusiones curiosas del experimento es nuestra tendencia natural a sobrevalorar nuestras capacidades: preguntados después de las pruebas, hasta un 84% de los sujetos que fueron engañados se mostraban seguros de ser capaces de detectar un engaño semejante si se lo hacían delante de las narices.
A este fenómeno los investigadores lo bautizaron como “ceguera a la elección” y ha sido objeto de otras muchas pruebas igual de curiosas. Otra prueba clásica se realiza en un supermercado y ha vuelto a ser publicado recientemente por el mismo equipo de investigadores de la Universidad de Lund. Como resume Jonah Lehrer en Wired, los investigadores sometieron a 180 consumidores a un sencillo experimento en el que les pedían que eligieran entre dos sabores muy distintos. Tras probar los dos sabores, pongamos mermelada y té, el sujeto elegía uno de los dos y el experimentador le ofrecía probarlo una segunda vez. Pero en esta ocasión había dado sutilmente la vuelta al bote, le ofrecía el sabor que no había elegido y le pedía que justificara su elección. Fijaos bien en el vídeo, porque lo hacen muy disimuladamente:
Por increíble que parezca, menos de un tercio de los participantes se dio cuenta del engaño durante las pruebas. El resto, probó de nuevo el que creía haber elegido al principio y justificó su elección a pesar de que el sabor era completamente distinto.
En resumen, la “ilusión de la introspección” nos indica que aunque creamos tener un gran conocimiento de nosotros mismos, a menudo estamos improvisando una explicación con otros elementos. Aunque aún queda mucho por conocer sobre estos procesos cognitivos, lo que parece claro es que las cosas no son tan claras como a veces pensamos y que nuestro cerebro altera nuestras percepciones de forma permanente. Así, por ejemplo, tenemos un sesgo que nos hace vernos a nosotros mismos como “mejor que el promedio” (Prejuicio de punto ciego), modificamos el recuerdo de lo que opinábamos para pensar eso de “ya lo sabía yo” (Sesgo restrosprectivo) o creemos que nuestras creencias y valores están mucho más extendidos de lo que realmente están (Efecto de falso consenso). Si has llegado hasta este punto sin aburrirte, es el momento de que le eches un vistazo a la lista de prejuicios cognitivos, que debería enseñarse como materia forzosa en todas las escuelas, como antídoto a la estupidez en que nuestro cerebro nos hace caer a diario.
Más info y fuentes: The Choice Blindness Lab (Lund University), Introspection illusion (Wikipedia), Hacerse el sueco (The Gray Matters), Lista de prejuicios cognitivos (Wikipedia) | Vía: Wired
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