A veces, cuando desconfías de un hecho científico, vale la pena saber cómo empezó, de dónde salió y el tipo de pruebas y experimentos que tuvo que superar para llegar a ser aceptado por la comunidad científica. Y cuando lo recuerdas, te das cuenta de la lógica, de la evidencia y de la rigurosa puesta a prueba. Bien, ¿por qué los científicos no han (hemos, si me permitís) aceptado la existencia de los OVNIs? Hoy día, en la era de Internet y la telefonía móvil, hay gente con un desconocimiento casi total de la ciencia pero que sabe perfectamente lo que son los OVNIs. Incluso serían capaces de dibujarnos uno. No fallaría: con forma de “platillo”. Y si queremos saber cuándo fue la primera vez que se habló de forma seria de platillos volantes hemos de ir al 14 de junio de 1947, cerca de Roswell, Nuevo México.
Aquel día, el capataz del Rancho Forrester, situado a unos 120 kilómetros al norte de Roswell, observó una amplia zona llena de escombros a unos 11 kilómetros de la vivienda del rancho. Eran tiras de neopreno, cinta, láminas metálicas, cartón y pedazos de madera. No le dio importancia, pero unas semanas después oyó hablar de los primeros informes sobre paltillos volantes y se preguntó si aquello podía guardar alguna relación.
Regresó al lugar acompañado de su esposa y recogió unas cuantas de aquellas piezas. Al día siguiente le dijo en tono confidencial al sheriff de Lincoln County que era posible que hubiera encontrado piezas de algunos de aquellos “discos voladores” de los que hablaba la gente. El sheriff, a su vez, lo comunicó a la base aérea de Roswell y enviaron a un oficial de inteligencia, llamado Jesse Marcel, para que lo comprobara. El oficial consideró que los escombros parecían piezas de un globo sonda o de un reflector de radar. Metió todo aquello dentro del maletero de su coche y se lo llevó.
El asunto podía haber acabado aquí, pero al día siguiente la oficina de relaciones públicas del Campo de Aviación del Ejército de Roswell envió un informe a la prensa diciendo que el ejército se había apoderado de un disco volante gracias a la cooperación de un ranchero local y la oficina del sheriff. Inmediatamente, publicaron una rectificación describiendo los escombros como pertenecientes a un receptor radar estándar. Demasiado tarde. La noticia se había publicado en el Roswell Daily Record. Había nacido el “incidente Roswell“. A medida que pasaron los años, aquella rectificación acabaría pareciendo una tapadera.
No fue hasta 1978, unos treinta años después, cuando en el relato del incidente empezaron a aparecer “cuerpos extraterrestres” con grandes cabezas. Incluso uno había sobrevivido y el gobierno lo había mantenido oculto. La historia del comandante Marcel, de poner las piezas en el maletero de su coche, se había convertido en una importante operación secreta de del ejército para recuperar la presunta nave. Además, no había habido un incidente, sino tres.
Varios “investigadores” sobre OVNIs juntaron informes de uno y otro lado para crear el mito de un encuentro con extraterrestres. Según ellos, la verdad era demasiado espantosa como para divulgarla. Si las historias no encajaban, se retocaban; y si no se podía, se omitían. Al final, la línea entre hecho y especulación desapareció, el negocio editorial se puso en marcha y empezaron a aparecer programas de TV que se emitían como documentales de diversas cadenas como la NBC, CBS, CNN, etc. Ya se sabe que la pseudociencia siempre vende más que la ciencia.
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El punto culminante llegó en 1995, cuando la cadena Fox TV emitió una película en blanco y negro de lo que se suponía era la autopsia realizada por el gobierno a uno de los extraterrestres. A pesar de que fue denunciada inmediatamente por los expertos como un evidente montaje, se dispararon los niveles de audiencia. Sólo tres años después, cuando los niveles de audiencia empezaron a descender, la Fox anunció que habían contratado a unos expertos para que la examinaran. Utilizando sistemas de ampliación de vídeo, llegaron a una terrible conclusión: la película era una estafa. ¿Creéis que los de la Fox se disgustaron por haber sido engañados? ¡En absoluto! Se jactaron y vanagloriaron de haber descubierto “uno de los mayores montajes de todos los tiempos”.
Lo que de verdad sucedió
Para asombro, tanto de creyentes en OVNIs como de escépticos, cuando se desclasificaron los informes de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, resultó que sí se había intentado ocultar algo. Pero nada tenía que ver con los OVNIs, sino con los rusos y la bomba atómica. Se llamaba Proyecto Mogul.
En aquella época, la Unión Soviética todavía no había hecho detonar su primera bomba atómica pero ya resultaba evidente que era cuestión de tiempo. Los EEUU querían estar al corriente de cuando sucediera y analizaron diversos sistemas para poder detectar la primera prueba nuclear soviética. Se decidió utilizar micrófonos acústicos de baja frecuencia y situarlos a gran altitud con el fin de “oír” la explosión. La zona de interacción entre la troposfera y la estratosfera crea un conducto acústico que puede propagar las ondas sonoras a todo el mundo.
Se enviaron globos sonda con sensores acústicos, reflectores de radar y otros instrumentos desde Alamogordo, Nuevo México, a unos 160 kilómetros de Roswell. Uno de los científicos que había participado en el proyecto Manhattan, Charles B. Moore, recordaba que al vuelo número 4 se le pudo seguir hasta menos de 30 kilómetros de donde se encontrarían diez días después los famosos escombros de Roswell. En aquel punto, perdieron el contacto. Los restos encontrados en el rancho coinciden con los materiales utilizados en los globos.
En 1956, los globos de reconocimiento estadounidenses empezaron a sobrevolar la Unión Soviética. En su punto culminante había docenas de lanzamientos de globos al día. Posteriormente, los globos fueron sustituidos por aeronaves de gran altitud, como las U-2, que a su vez fueron sustituidas por satélites de reconocimiento. Los OVNIs que datan de este periodo eran, evidentemente, cualquiera de estos objetos. Todavía hoy se lanzan globos de gran altitud, incluyendo plataformas que llevan sensores de rayos cósmicos, telescopios ópticos e infrarrojos, receptores de radio que sondean la radiación cósmica de fondo y otros instrumentos científicos por encima de la mayor parte de la atmósfera de la Tierra. Así que puede que haya objetos volantes, pero identificarlos o no es cuestión de ponerle ganas y esfuerzo
Seguramente, si el proyecto Mogul no hubiera sido un secreto, nada de este incidente hubiera salido a la luz de la forma en que lo hizo. Aun así, lo que tampoco se entiende cómo la desclasificación de este secreto no ha acabado con el mito OVNI.
La publicación de El informe Roswell: caso cerrado dio lugar a la conferencia más concurrida que se recuerda de todas las provocadas por el Pentágono, precisamente, poco antes del quincuagésimo aniversario. En julio de 1997, miles de entusiastas de los OVNIs acudieron a Roswell para celebrar sus “bodas de oro”. Compraban “muñecas extraterrestres”, camisetas conmemorativas y todo tipo de libros sobre extraterrestres y alienígenas. El único libro que apenas se vendió fue el del informe de las fuerzas aéreas. Y es que hoy Roswell es un bonito destino turístico con museos dedicados … ¡a los OVNIs!.
Ya podéis imaginar la cantidad de tiempo y dinero malgastado en reportajes fraudulentos, montones de libros sobre pseudociencia y negocios, en general, montados sobre un fraude que el gobierno prefirió guardar en secreto. Y es que ya se sabe que quienes acceden al poder se aficionan rápidamente al secretismo. De ese modo, los gobiernos controlan lo que el público escucha: las noticias malas se retienen y las buenas se dejan escapar. El problema es que se pueden dar casos como el incidente Roswell, que dejan incapacitado al mismo gobierno a la hora de tranquilizar a sus ciudadanos, por no decir la pérdida de confianza y credibilidad que acaba provocando. Por otro lado, vale la pena recordar que el secretismo es algo que va en contra de la democracia y de la ciencia.
Y si aun así pensáis que no es para tanto, que cada cual piense o crea en lo que quiera si así son más felices, os diré que tres meses antes de la publicación del informe Roswell se encontraron en San Diego los cadáveres de 39 miembros de una secta que rendía culto a los OVNIs, denominada “La Puerta del Cielo“. Se habían suicidado en grupo por la creencia de que un gigantesco OVNI que seguiría al cometa Hale-Bopp los recogería para llevarles al “siguiente nivel”.
Esto, amigos míos, son las consecuencias de la pseudociencia. Una visión algo más escéptica, algo más de conocimiento científico, algo más de visión crítica sobre la realidad y algo más de sentido común, puede descubrirnos lo bonita y asombrosa que es la realidad. No hace falta que nos inventemos platillos volantes.
Llegados a este punto, vale la pena recordar lo que nos decía el poeta inglés del siglo XVII Samuel Butler:
Una mente crédula… encuentra el mayor deleite en creer cosas extrañas y, cuanto más extrañas son, más fácil le resulta creerlas; pero nunca toma en consideración las que son sencillas y posibles, porque todo el mundo puede creerlas.
- “Ciencia o vudú”, Robert L. Park
- “El mundo y sus demonios”, Carl Sagan
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