En 1916 se publicaba el inconcluso libro de Mark Twain, adaptado por Alberto Bigelow Paine, con el nombre de “El Forastero Misterioso”. En ese libro, Mark Twain ponía un interesante texto en boca de un personificado ángel llamado Satanás:
Jamás hubo una guerra justa, jamás hubo una guerra honrosa, por la parte de su instigador. Yo miro en lontananza un millón de años más allá, y esta norma no se alterará ni siquiera en media docena de casos. El puñadito de vociferadores (como siempre) pedirá a gritos la guerra. Al principio (con cautela y precaución) el púlpito pondrá dificultades; la gran masa, enorme y torpona, de la nación se restregará los ojos adormilados y se esforzará por descubrir por qué tiene que haber guerra, y dirá, con ansiedad e indignación: «Es una cosa injusta y deshonrosa, y no hay necesidad de que la haya». Pero el puñado vociferará con mayor fuerza todavía. En el bando contrario, unos pocos hombres bienintencionados argüirán y razonarán contra la guerra valiéndose del discurso y de la pluma, y al principio habrá quien los escuche y quien los aplauda; pero eso no durará mucho; los otros ahogarán su voz con sus vociferaciones y el auditorio enemigo de la guerra se irá raleando y perdiendo popularidad. Antes que pase mucho tiempo verás este hecho curioso: los oradores serán echados de las tribunas a pedradas, y la libertad de palabra se verá ahogada por unas hordas de hombres furiosos que allá en sus corazones seguirán siendo de la misma opinión que los oradores apedreados (igual que al principio), pero que no se atreven a decirlo. Y, de pronto la nación entera (los púlpitos y todo) recoge el grito de guerra y vocifera hasta enronquecer y lanza a las turbas contra cualquier hombre honrado que se atreva a abrir su boca; y, finalmente, esa clase de bocas acaba por cerrarse. Acto continuo, los estadistas inventarán mentiras de baja estofa, arrojando la culpa sobre la nación que es agredida y todo el mundo acogerá con alegría esas falsedades para tranquilizar la conciencia, las estudiará con mucho empeño y se negará a examinar cualquier refutación que se haga de las mismas; de esa manera se irán convenciendo poco a poco de que la guerra es justa y darán gracias a Dios por poder dormir más descansados después de ese proceso de grotesco engaño de sí mismos.
Este texto forma parte de una fabulosa reflexión de Twain sobre la condición humana desde un punto de vista fuertemente satírico, pero en algunos puntos como éste no menos cierto.
La élite política, esos pocos que vociferan en el texto de Twain, son según Carl von Clausewitz los que marcan el factor clave del comienzo y del desarrollo de una guerra. La guerra no es un acto aislado, y son la política y la economía lo que orientan hacia el fin deseado. Las acciones bélicas son simplemente el medio para llegar a esa meta marcada.
Por supuesto, para alcanzar esa meta no vale únicamente con ganar la guerra. Obtener una victoria en una guerra de cualquier modo nunca es la forma de perpetrar ese fin, por lo que es necesaria una publicidad que encubra la realidad. Los habitantes de un país no necesitan saber que este está masacrando a otro, si no que necesitan escuchar que están luchando duramente contra un enemigo al que se le necesitaba poner freno. Con ello, la conciencia del país se queda más tranquila, y una vez alcanzado el fin, nadie protestará por el medio empleado.
I: Incursión bélica
En algunos casos, es mejor directamente encubrir las pequeñas incursiones bélicas a la población, ya que de este modo evitaremos la presión que pudiera ejercer en caso de que las protestas fueran intensas. De hecho, según “Enemigo Común”, un artículo publicado por Carl Sagan en 1988, obviando guerras mundiales, Estados Unidos ha invadido o efectuado intervenciones armadas en territorio extranjero en más de 130 ocasiones (China [18 veces], México [13 veces], Nicaragua [9 veces], Panamá [9 veces], Honduras [7 veces], Colombia [6 veces], Turquía [6 veces], República Dominicana [5 veces], Corea [5 veces], Japón [5 veces], Argentina, Samoa, Haití , Cuba, Hawái, Uruguay, Fiji, Puerto Rico, Granada, Brasil, Marruecos, Chile, Egipto, Costa de Marfil, Siria, Irak, Perú, Formosa, Filipinas, Camboya, Laos).
Pocos de estos casos son conocidos, ya que en muchas ocasiones únicamente se buscaba un fin político definido y fácil de obtener, como mantener un gobierno sumiso o derrocar un gobierno no deseado, o un fin económico, como mantener los intereses de empresas estadounidenses. Aún así, algunos de estos casos pasaron a la historia, siendo imposible ocultar a la población de la cruenta intervención bélica, teniendo que enfrentarse más tarde a la revolución interna.
II: Protesta pacífica contra la guerra de Vietnam
Lejos ha quedado la guerra tal y como Sun Tzu la definió en el “Arte de la guerra” hace siglos. Poco importa ya que los generales conozcan y tengan presentes los cinco factores fundamentales. De hecho, poco importa ya cómo se desarrolle una guerra. Ahora sólo importan los motivos y los fines. La naturaleza de la guerra se ha visto únicamente reducida a los objetivos económicos y políticos que se buscan, lejos de los valores primitivos que Sun Tzu supo definir a la perfección.
Fuentes y más información:
- “El forastero misterioso” – Mark Twain
- “On War” – Carl von Clausewitz
- “Billions and billions” – Carl Sagan
- “El Arte de la Guerra” – Sun Tzu
- Talking Photography
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