“Creemos en valores como la convivencia, el respeto y la tolerancia, y estamos en contra de quienes quieren imponer un modo único de vida, por saludable que sea.” -Javier Blanco, portavoz de la Plataforma ‘Prohibido prohibir’-
.
Ayer entré en un bar, me acomodé en la barra, y con un pulverizador me puse a fumigar a los que me rodeaban con una sustancia pestosa y tóxica preparada para la ocasión. Los rociados se cabrearon, me echaron del bar, varios me denunciaron en comisaría y alguno intentó agredirme. Qué mal carácter. Luego volvieron al bar, y mientras terminaban sus consumiciones aceptaron que un par de fumadores les impregnasen la ropa y el pelo con el humo de sus cigarros, olor que les acompañaría el resto del día.
¿Les parece disparatada la comparación? A mí no. Me molesta mucho llegar a casa apestando a tabaco sólo por haberme tomado un café, aguantar al vecino que no puede esperar a salir del ascensor para encenderse el cigarro, o que algunos padres fumen junto a mis hijas en el parque infantil. Pero claro, soy un intolerante, un inquisidor y amante del prohibir por prohibir.
Pues sí, muchos nos hemos ido volviendo cada vez más intolerantes con el tabaco. Hace años no conocíamos otra cosa que el olor a tabaco, omnipresente. Se fumaba en el cine, en el autobús y el avión, en clase, en el trabajo. De repente, empezaron a delimitar espacios sin humo, y los no fumadores descubrimos otro aire, otro olor. De forma que cuantos más sitios quedaban cerrados al tabaco, más insoportables nos resultaban aquellos donde aún se podía fumar.
Me conozco el argumentario de los antiprohibicionistas, y qué quieren que les diga, no me lo creo. No me creo que lo hagan preocupados por la libertad del individuo frente al Estado opresor. Lo único que les preocupa es poder seguir fumando en el bar sin tener que salir a la calle. Pero lo harán, y no pasará nada. Recuerdo cuando en su día algunos se quejaban: “¿Cómo vamos a aguantar las dos horas de una película o de un viaje en avión sin fumar?”. Pues sí que podían, para alivio de quienes no los sufrimos, y de la misma manera podrán fumar en la calle, frente al bar, como hacen los franceses sin que se hunda la hostelería ni el país camine hacia la dictadura.
Nadie les prohíbe fumar, sino que no nos fumen a los demás.
"
No hay comentarios:
Publicar un comentario