Llevar la música a cuestas nunca ha sido tan sencillo como hoy día.
En el portátil, en el móvil, en reproductores de MP3 tan diminutos que no es difícil perderlos. Hasta llegar al Universo iPod la industria de la música portátil pasó por diferentes ensayos, unos más exitosos que otros, con más estilo, más prácticos o más incómodos. Antes de llegar a la revolución que en su día supuso la cinta de cassette la única posibilidad era transportar vinilos y tocadiscos con altavoces incorporados. Hoy haremos un breve repaso por algunos antecedentes del MP3 del mundo viejuno. ¿Deseas saber más?
Los primeros tocadiscos portátiles eran unos estuches de los que salía el soporte para colocar el disco (en aquellos tiempos eran de pizarra y tenían una caída al suelo… sólo una) y por el otro lado teníamos el altavoz, una simple caja de resonancia que amplificaba las vibraciones de la aguja en el microsurco.
Algunos de estos primitivos reproductores incluso hacían ya gala de un notable interés por el aspecto referido a la portabilidad, y literalmente podía decirse que cabían en un bolsillo. Eso sí, los discos ocupaban un poco más y para escucharlos tenías que detenerte, buscar una mesa, colocarlo todo y darle a la manivela.
Con el tiempo se van popularizando y el diseño los hace objetos que siguen las modas. Nace el pick-up, que en los años 60 se conocería en España como “picú”. Un maletí´n con un giradiscos, altavoz integrado y espacio para almacenar unos cuantos LP o singles. Diversión asegurada en el guateque.
El automóvil no podía quedarse únicamente con la programación de las emisoras de radio para proveer de música al pueblo, así que también hubo tocadiscos para el vehículo. Ríete tú de cuando salta el reproductor de CD en nuestros modernos coches. Pero qué gran ambientación musical a la carta para esas románticas noches con el coche sobre las colinas que dominan la ciudad. Cuando la aguja saltaba sobre el disco por el traqueteo era buena señal.
Con tanta evolución tecnológica y de diseño los tocadiscos de bolsillo podían adquirir un aspecto tan elegante como este, con su vinilo en un color nada discreto.
Y también había espacio para que los más pequeños de la casa pudiesen tener su propio tocadiscos con el que evolucionar más allá del tambor y la trompeta de juguete sobre el concepto “molestar al vecindario”. Afortunadamente aún no existían las pilas del conejito y el martirio no duraba demasiado.
Y llegamos así al presente, donde a pesar de la generalización de los reproductores MP3 el vinilo se resiste a desaparecer y afortunadamente sigue habiendo el suficiente ingenio y la sensibilidad para que sigamos teniendo reproductores portátiles de vinilos, algunos con tanto estilo como el de la fotografía de abajo, que casi dan ganas de rescatar viejos vinilos para tener la excusa y poder comprarlo.
─Antonio Rentero [Oobject]
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