20 noviembre, 2010

Una madre en el infierno

Una madre en el infierno: "

De pie en un espacio azotado por el viento, en el campo de concentración alemán de Bergen-Belsen, un grupo de niños andrajosos tiritaba de frío. Era la primera semana de diciembre de 1944, y después de haber logrado sobrevivir a cuatro años y medio de guerras y muchos meses de encierro, aquellos pequeños judíos provenientes de Holanda se encontraban en el desamparo absoluto.


Apiñados en la oscuridad, los niños mayores trataban de calmar el llanto de los más pequeños, habían visto a los nazis llevarse a sus familiares en un convoy de camiones de la SS. Nadie sabía adonde los llevaban, pero todos habían oído pronunciar en voz baja los nombres de los campos de la muerte: Auschwitz, Treblinka, Chelmno


En este caos de muerte y desolación, un ángel resurgió del mismísimo infierno, una mujer llamada Luba Gercak, y este es el resumen de su historia…



En la penumbra de una barraca contigua, Luba despertó a la mujer que dormía junto a ella, ¿Oyes eso?, un grupo de niños está llorando. No es nada, repuso aquélla, es otra de tus pesadillas. Luba se había criado en un shetl, como llamaban en Polonia a las aldeas judías. Siendo apenas una adolescente, se casó con un ebanista llamado Hersch Gercak, con el cual tuvo un hijo al que pusieron de nombre Isaac. Entonces estalló la guerra y fueron arrastrados por sus devastadores efectos, los nazis subieron a casi todos los judíos de la región en carros tirados por caballos y los llevaron a Auschwitz-Birkenau, el campo de concentración donde se perpetraban los peores crímenes.


Al pasar por las puertas del campo, Luba abrazó a su hijo con todas sus fuerzas, pero unos agentes de la SS se lo arrebataron y se lo llevaron. Los gritos del niño, de tres años, resonaron en sus oídos mientras aquéllos lo metían en un camión junto con otros prisioneros, demasiado jóvenes para trabajar. Al poco rato, el vehículo partió hacia la cámara de gas. Los días siguientes fueron de terrible dolor, acentuado después de ver pasar un camión que arrastraba el cadaver de su esposo.


Luba ya no quería vivir, pero una fortaleza surgida del fondo de su ser no la dejó darse por vencida, quizás el destino le tenía preparada una misión…


Con la cabeza rapada y el número 32.967 tatuado en un brazo, consiguió que le asignaran un trabajo en el “hospital” de Auschwitz, el barracón adonde llevaban a lo enfermos para dejarlos morir. Transcurrieron días interminables y noches llenas de terror, pero con el  tiempo fue aprendiendo alemán y eso le permitió mantenerse alerta ante cualquier movimiento o decisión alemana. Cierto día oyó que unas enfermeras iban a ser trasladadas a otros campos en Alemania, entonces se ofreció a ir con ellas. En diciembre de 1944 la enviaron a Bergen-Belsen, un lugar donde no habían cámaras de gas, pero la desnutrición, las enfermedades y las ejecuciones sumarias lo habían convertido en un centro de exterminio expantosamente eficaz.



Volviendo a la penumbra de la barraca contigua, Luba volvió a despertar tras el llanto de los niños. Esta vez corrió hasta la puerta y con enorme tristeza pudo contemplar un triste espectáculo de un grupo de niños aterrados y muertos de frío. La mayor era un chica de 14 años llamada Hetty Werkendam, quien sostenía en brazos a Stella Degen, de dos años y medio. En el grupo había incluso bebés. Luba les hizo señas para que se acercaran, y en un alemán chapurreado los tranquilizó e indico que le siguieran hacia su barraca. Algunas mujeres trataron de impedir que metiera a los niños en la barraca, pues sabían lo fácil que era despertar la ira de los guardias. Pero ni mucho menos se arredró, tenía que proteger a aquellos inocentes.


Consciente de que no podía esconderlos, fue a informar de lo ocurrido a un agente de la SS para que le dejaran hacerse cargo de ellos. “Le doy mi palabra de que no causaran ningún problema”, pero, usted es enfermera,..¿”Por qué le preocupan estos judíos mugrosos”? , “porque también soy madre y perdí a un hijo”.


Mientras pensaba en lo que Luba acababa de decirle, el agente se percató de que inocentemente le tocaba el brazo, un acto que no estaba permitido que los prisioneros tocaran a los alemanes, así que le dio un puñetazo en plena cara y la arrojó al suelo. La mujer se puso en pie con la boca sangrante, pero no desistió en su actitud rogativa en ningún momento…Conmovido quizás en última instancia o tal vez, por no querer decidir que hacer con los niños, el agente decidió por fin: “Quedese con ellos, por mi que se vayan al infierno“.



En adelante, la comida se volvió su principal preocupación. Las raciones establecidas,(medio tazón de sopa y una rebanada de pan negro), apenas alcanzaban para no morirse. Así pues, Luba salía por las mañanas a rondar el almacén, la cocina y la panadería para pedir, canjear y robar comestibles, mientras el grupo de adopción aguardaban apiñados en la puerta del barracón a verla regresar. Le llamaban Hermana Luba, la mayoría de los pequeños no entendían sus palabras, pero sí entendían que la movía el amor. Y a pesar de las atrocidades que los nazis continuaban cometiendo, había logrado mantener vivos a “sus niños”.



Pasaron los meses del invierno, y los prisioneros de Bergen-Belsen se fueron enterando de que los Aliados ya estaban cerca. Al llegar la primavera de 1945, los alemanes trataron de deshacerse de los cadáveres que habían en todo el campo, pero fue en vano,..se desató un brote de disentería que dejó a los niños deshidratados e indefensos contra la intensa fiebre y los dolores de cabeza del tifus. De los niños de Luba varios enfermaron, pero milagrosamente y gracias al interés y dedicación casi incomprensible por el resto de los presos, consiguió sacar adelante a los niños con las pocas aspirinas que conseguía.


El domingo 15 de abril,  una columna de tanques del ejercito británico entró en la ciudad de Bergen-Belsen, por los altavoces se oyó un mensaje en varios idiomas: “Sois libres, Sois libres“.


Había miles de cadáveres por todos los lados, de los 60.000 prisioneros que quedaron, alrededor de 15.000 murieron después de la liberación.



Los 54 niños que Luba Gercak había socorrido y alimentado durante 18 semanas, todos sobrevivieron, exceptuando dos que no pudieron superar el tifus. Los niños fueron alojados en albergues mientras se hallaba la manera de reunirlos con sus madres, de las cuales casi la mayoría estaban milagrosamente con vida. Finalmente fueron deportados a su país de origen Holanda, la mayoría hijos de los principales talladores de diamantes de Amsterdam, que fueron utilizados como chantaje por los alemanes. Al igual que ocurrió con numerosos científicos judíos.


En abril de 1995, medio siglo después, los pocos de aquellos niños que se habían reunido, decidieron emprender una afanosa búsqueda de los demás. 30 hombres y mujeres que en su mayoría no se habían visto desde la terrible infancia, se reunieron en el ayuntamiento de Amsterdam para rendir tributo a Luba. El vicealcalde, en nombre de la reina Beatriz, le otorgó la Medalla de Plata Honorífica por Servicios Humanitarios.



Las sonrisas de Luba Gercak y de sus niños, expresan en ambas fotos una enorme felicidad, pero no revelan en absoluto la persecución, tortura  y asesinato sistemático del que fueron testigos directos. Pensando en las terribles condiciones que se vieron sometidas estas personas y lo difícil que tuvo que ser sobrevivir por uno mismo, resulta casi obligado decir que un ángel resurgió del mismísimo infierno.


Información resumida de artículo de Lawrence Elliott (1998),para Readers Digest encontrado en el baúl.


Artículo completo en Google libros, más en Wikipedia, en Momento digital y en Pilgrim Passages


Si te gustan, que no creo,  historias dramáticas que pueden entristecer a cualquiera, puedes seguir castigandote con Diario de guerra de un adolescente o también Experimentando con los Ovitz.


O tal vez el terrible y curioso dibujo de Terezka, una niña que creció rodeada de alambre de puas y muerte,..en mi Baultumblr.









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