16 noviembre, 2010

50 soluciones a la paradoja de Fermi (14ª solución): Están tan a gustito...

50 soluciones a la paradoja de Fermi (14ª solución): Están tan a gustito...: "
Desde que Gene Cernan se sacudiese el regolito lunar de sus botas de astronauta, en 1972, nadie más ha vuelto a poner el pie en la superficie de nuestro único satélite natural. Y tampoco parece haber planes de volver a hacerlo, al menos de momento. Algunos entusiastas aún siguen confiando en que se lleve a cabo el soñado viaje tripulado al planeta Marte, pero lo cierto es que semejante hazaña aún parece bastante improbable, al menos a corto plazo. Una suposición compartida por muchos es que una especie inteligente como la nuestra se acabará extendiendo inevitablemente por el cosmos. Entonces, ¿cómo es que aún no estamos ya ahí afuera? Quizá la premisa de la que partimos sea falsa. Quizá una simple mezcla de apatía, de desidia y de motivos económicos signifiquen que las CETs permanezcan en sus planetas de origen; puede que ésta sea la triste solución a la paradoja de Fermi.

Existen razones para esperar que la suspensión de la exploración espacial tripulada constituya solamente una pausa momentánea. A medida que la tecnología avanza, el viaje al espacio se irá haciendo más barato y frecuente. Ya hemos podido ver al primer ser humano disfrutando de unas vacaciones espaciales: Dennis Tito. Y es seguro que muchos más le imitarán en el futuro. Es más, la fuerza impulsora detrás de un viaje tripulado al espacio en los próximos años bien podría ser el turismo, en lugar de la ciencia o la industria de altas tecnologías.

A fin de cuentas, existe una acuciante razón por la que deberíamos establecer colonias independientes en Marte o en hábitats de O'Neill: ayudarían a asegurar la supervivencia de la humanidad ante un eventual cataclismo global que amenazase a la Tierra. En efecto, en los últimos años hemos comprendido que habitamos en un rincón del universo peligroso. Si un meteorito de gran tamaño impactase contra nuestro planeta podríamos ser aniquilados; si un supervolcán entrase en erupción, nuestra civilización tecnológica podría derrumbarse; el cambio climático, sea cual sea su causa, podría destrozar nuestra actual forma de vida. Hemos tenido, aquí en la Tierra, una calma relativa más o menos, a lo largo de la historia de la humanidad, pero esto no representa más que un brevísimo lapso en el tiempo cosmológico. Creer en un mundo inofensivo porque nunca hayamos presenciado 'in situ' un evento de extinción global es como adoptar una actitud de persona que salta desde lo alto de un rascacielos y piensa que nada le va a suceder porque en 29 de los primeros 30 pisos no ha resultado dañado.

Podríamos, incluso, pensar más allá y plantearnos establecer colonias alrededor de otras estrellas en prevención de lo que le pudiese suceder a nuestro Sol. Una eyección de masa coronal tan sólo unas pocas veces más poderosa que la más intensa de las llamaradas solares registradas podría causarnos problemas muy serios. Definitivamente, si vivimos lo suficiente, acabaremos contemplando el final del Sol como estrella de la secuencia principal para convertirse en una gigante roja y esto sí que nos obligará a abandonar el Sistema Solar. B. Zuckerman, en 1985, en un artículo del Quarterly Journal of the Royal Astronomical Society, demostró que en caso de que nuestra galaxia albergase entre 10 y 100 civilizaciones suficientemente longevas, entonces casi con total seguridad, al menos una de ellas, se habría visto forzada a emigrar a causa de la muerte de su estrella. Si hubiese 100.000 civilizaciones de éstas, entonces la galaxia debería haber sido colonizada completamente por civilizaciones cuyas estrellas madres hubiesen abandonado la secuencia principal.

Es cierto que la raza humana aún no se ha lanzado de lleno al espacio, pero seguramente sea demasiado pronto para afirmar que nunca intentaremos el viaje interestelar. Tan sólo hemos dispuesto de la capacidad de enviar vehículos al espacio durante las últimas décadas; en el contexto de la paradoja de Fermi debemos pensar en términos de miles o millones de años. Y aunque probablemente sea infructuoso especular acerca de los motivos de unos supuestos extraterrestres, parece ser una lógica universal para el establecimiento de colonias espaciales. Una especie que ponga todos sus huevos en la misma cesta planetaria se arriesga, sin duda, a convertirse en una descomunal tortilla. Seguramente las CETs tecnológicamente avanzadas viajarán al espacio, aunque sea de forma titubeante.

La idea de que todas las CETs permanecen para siempre en su planeta de origen parece bastante improbable, a menos que dispongan de una muy buena razón para ello...



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