Como cualquiera puede saber, durante una tormenta se ve mucho antes caer al rayo que escuchar al trueno. Esta diferencia se debe fundamentalmente a la gran diferencia existente entre las velocidades de la luz y del sonido. La luz (en este caso el rayo) llega a nuestras retinas de forma prácticamente instantánea, ya que la velocidad de la luz en la atmósfera está cerca de los 300.000 Km/s. El sonido (en este caso el trueno) llega tarde con una notable diferencia. En caso de tormentas lejanas, esta diferencia puede llegar a ser de varios segundos.
I: Henri-Victor Regnault
La diferencia es notable a día de hoy, y era notable hace varios siglos. Lo que no era tan sencillo era determinar con precisión la velocidad del sonido. Si bien en este caso se podía hacer una buena aproximación (a diferencia del caso de la medición de la velocidad de la luz), las aproximaciones tenían una fuerte dependencia de la capacidad de reacción del ser humano que efectuaba la medición, y hace un siglo no existía un reloj lo suficientemente preciso como para determinar medidas de centésimas de segundo.
Para ver cómo solucionó este problema primero Marin Mersenne aprovechándose del eco y luego lo automatizó Henri-Victor Regnault con un sistema más sofisticado no tenéis más que ver mi última colaboración en Amazings.es.
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