Si hay algo en la evolución del hombre que marcó la diferencia y al que se le debe otorgar un lugar de privilegio, ese es el lenguaje. Cientos de líneas se han escrito sobre la importancia del pulgar oponible, como la clave del progreso humano. En cierto modo es respetable que muchos piensen así, ya que gracias a ello la manipulación del mundo material ha sido mucho más sencilla.
Gracias a la la mano prensil (consecuencia directa del pulgar oponible) hemos sido capaces de manipular primero la piedra y luego los metales. Con esos materiales fuimos capaces de crear herramientas con las que cazar y recolectar. Poco a poco las herramientas fueron siendo más sofisticadas, adquiriendo la capacidad de vivir de la agricultura y la ganadería. Con ello nos establecimos de forma sedentarias, creando pequeños núcleos de población, que a día de hoy se han convertido en las grandes urbes y pequeños pueblos en los que toda la población del planeta vive.
I: The Tower of Babel (Bruegel)
Pero todo esto no habría sido posible si no hubiéramos sido capaces de transmitir los conocimientos adquiridos generación tras generación. Sin una persistencia de la información adquirida sobre las distintas formas de manipulación de piedras y metales, las herramientas nunca habrían podido mejorar con el paso de los años. Habría sido imposible inventar la rueda, y una vez inventada habría sido imposible que coetáneos y descendientes de aquellos inventores hubieran podido usarla y mejorarla para encontrarle nuevas utilidades.
Quizá lo más impresionante no sea la comunicación, si no lo que es el lenguaje en sí. Con un máximo de 25 fonemas (en el caso del español) a día de hoy somos capaces de abstraer la realidad tal y como la vemos, para transmitírsela a los demás. Somos capaces de describir un paisaje, de relatar un sueño, de dar una conferencia sobre la evolución del hombre, incluso hasta describir los más extraños sentimientos. Y más allá de la comunicación oral, hemos sido capaces de representar por escrito todos esos fonemas para que la persistencia de las ideas y la comunicación entre humanos pueda alcanzar límites insospechados 10.000 años atrás.
II: José Manuel Briceño Guerrero
El filósofo venezolano José Manuel Briceño Guerrero escribió en 1970 un ensayo titulado “El Origen del Lenguaje” en el que expuso sus distintas visiones del origen del lenguaje, desde puntos de vista mitológicos, evolucionistas y filosóficos, para llegar a una misma conclusión desde todos esos puntos de vista, una máxima de la que siempre estuvo convencido: el origen del hombre yacía en el origen de la palabra.
El lenguaje es el medio que hace posible la formulación de preguntas y respuestas. La estructura del conocimiento es lingüística. La estructura de la conciencia es lingüística. La estructura del razonamiento es lingüística. La estructura del mundo, tal como lo concibe y utiliza el hombre, es lingüística. El lenguaje es el lugar de lo humano, en él vivimos, nos movemos y somos.
Sin el origen inicial del lenguaje, nunca habría habido un origen de las matemáticas, un desarrollo del método científico, un pensamiento filosófico, un desarrollo de la ingeniería, y por supuesto, nunca habrían existido ni los libros ni la literatura. Sin el lenguaje no habría existido la comunicación, y sin ella seríamos un animal más incapaz de adquirir los avances de nuestros ancestros para conseguir progresar, quedándonos atrapados generación tras generación en una primitiva visión de El día de la marmota.
Fuentes y más información:
- The Unfolding of Language – Guy Deutscher
- El Origen del Lenguaje – José Manuel Briceño Guerrero (PDF)
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