20 octubre, 2010

50 soluciones a la paradoja de Fermi (1ª solución): Están aquí y se hacen llamar húngaros

50 soluciones a la paradoja de Fermi (1ª solución): Están aquí y se hacen llamar húngaros: "
La primera de las soluciones propuestas para resolver la paradoja de Fermi surgió allí mismo, en Los Álamos. Otro de los comensales habituales en la mesa de Enrico Fermi era Leo Szilard (1898-1964), probablemente la persona que tuvo la primera idea sobre la construcción de una bomba atómica. Szilard era un hombre de pensamientos excéntricos pero extremadamente rápido. En una ocasión, durante la comida, bromeó: “Ellos (los alienígenas) se encuentran entre nosotros y se hacen llamar húngaros”. Puedo imaginar la situación y las carcajadas de los tertulianos.

Por entonces corría una historia muy curiosa en el seno de la División Teórica de Los Álamos. La leyenda urbana afirmaba que “los húngaros eran marcianos”. Millones de años atrás, los marcianos habían abandonado su planeta de origen para dirigirse a la Tierra, donde lograron establecerse en lo que actualmente conocemos como Hungría. En aquel tiempo, las tribus bárbaras dominaban Europa, así que los marcianos tuvieron que hacerse pasar por humanos para evitar el derramamiento de sangre. Los alienígenas lograron ocultar sus diferencias evolutivas, salvo por tres rasgos distintivos.

El primero era el ansia de conocer mundo, el cual consiguieron disimular encontrando acomodo entre los pueblos gitanos húngaros. El segundo rasgo era el lenguaje, pues el húngaro no se encuentra emparentado con ninguna de las lenguas indoeuropeas que se hablan en los países vecinos de Austria, Croacia, Rumanía, Serbia, Eslovaquia, Eslovenia o Ucrania. El tercer rasgo era la inteligencia: su poder cerebral estaba más allá del alcance de los simples humanos.

Desafortunadamente para la teoría anterior, muchos pueblos han mostrado ganas por conocer mundo en algún momento de la historia y el idioma húngaro difícilmente es único en el mundo, ya que se encuentran rasgos comunes con el finlandés , el estonio y algunos dialectos rusos. Sin embargo, el tercero de los rasgos distintivos que los marcianos no pudieron ocultar, la inteligencia era más que evidente en Los Álamos. A la hora de comer Fermi no estaba únicamente acompañado por Szilard, sino también Eugene Wigner (1902-1995), Edward Teller (1908-2003) y John von Neumann (1903-1957). Todos ellos habían nacido en Budapest (al menos así figuraba en sus partidas de nacimiento terrícolas). Otro húngaro en Los Álamos, Theodore von Kármán (1881-1963), también era nativo de la capital de Hungría. Todos estos 'marcianos' ciertamente constituían una formidable selección de intelectos.

Szilard había contribuido en una enorme cantidad de campos; Teller había sido uno de los pioneros en el desarrollo de las armas termonucleares; Wigner ganaría el premio Nobel de física en 1963 por sus trabajos en el campo de la mecánica cuántica. El ingeniero von Kármán trabajaba en las primeras versiones precursoras de los cohetes y en la teoría del arrastre supersónico y su trabajo condujo al diseño del primer avión capaz de superar la barrera del sonido. La línea de Kármán es la frontera entre la atmósfera y el espacio, a efectos de aviación y astronáutica; está fijada a 100 km de altura y representa el límite donde la densidad atmosférica es tan baja que la velocidad de sustentación necesaria para que un avión vuele es equiparable a la velocidad orbital a dicha altura, es decir, a esa altura el avión no necesitaría alas para 'volar'.

Pero el más brillante de todos los 'marcianos' húngaros, sin duda alguna, era von Neumann. Niño prodigio, a los 6 años era capaz de dividir mentalmente números con 8 dígitos. Fue el profesor más joven en la historia de la universidad de Berlín. Había desarrollado la teoría de juegos, la teoría ergódica, contribuido a la mecánica cuántica, a la teoría de conjuntos, al análisis numérico y estadístico y había ganado una enorme fama mundial cuando ayudó a desarrollar el primer computador digital de almacenamiento flexible que no necesitaba cargar las instrucciones cada vez que se utilizaba. Las célebres máquinas de von Neumann (también conocidas como autómatas celulares) llevan su nombre. Hacia el final de su carrera ejerció de consultor para grandes empresas y como asesor para el ejército. Su habilidad para calcular en su cabeza las respuestas a problemas matemáticos era legendaria. Solía vencer en los desafíos al mismísimo Fermi y su prodigiosa memoria fotográfica le añadía un aura de inteligencia no humana. Asimismo, poseía otros talentos que también parecían encajar a la perfección con la historia de los húngaros alienígenas. Solían llamarle 'good time Johnny' (Johnny buenos ratos) por ser famosa su capacidad para absorber enormes cantidades de alcohol en las fiestas que organizaba en Princeton sin que se viesen mermadas, aparentemente, sus facultades mentales. Se veía constantemente involucrado en accidentes de tráfico, hasta el punto que un cruce de carreteras en Princeton era conocido como 'von Neumann corner', debido a la ingente cantidad de siniestros que causaba allí y siempre salía ileso.

Pero incluso 'el hombre más inteligente del mundo', como le denominaba Jacob Bronowski en su serie de documentales de la BBC realizada en 1973 bajo el título 'The Ascent of Man', se equivocaba en ocasiones. Aunque había desempeñado un papel crucial en el desarrollo del computador digital y ha influido en nuestras vidas de una forma que pocos matemáticos han logrado, von Neumann aparentemente pensaba que los ordenadores serían siempre dispositivos enormes, sólo útiles para construir bombas termonucleares y para controlar el tiempo atmosférico. Nunca supo ver que algún día los ordenadores estarían presentes en todos los dispositivos que nos rodean, desde una tostadora hasta el aparato de radio. Seguramente un marciano real hubiera tenido más visión.

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