La idea de que la vida se originó en otro lugar y fue, de alguna forma, transportada hasta la Tierra, no es nueva. La noción de 'panspermia' (una traducción bastante libre del griego podría ser 'semillas por doquier') se remonta, quizá, a Anaxágoras, maestro de Sócrates en el siglo V antes de ese que ya sabéis. Algunos de los mejores científicos del siglo XIX, como Berzelius, Richter, Kelvin y Helmholtz, discutieron distintas formas de panspermia. Pero por encima de todos destacó el trabajo del químico sueco Svante Arrhenius, un hombre que contribuyó a establecer los fundamentos de la química-física moderna y que popularizó la idea de que la vida en la Tierra podría haber llegado del espacio. Arrhenius suponía que el universo está lleno de esporas vivas que vagan por el espacio empujadas por la presión de radiación estelar. Dichas esporas cayeron sobre la superficie de la Tierra primigenia, florecieron y evolucionaron convirtiéndose con el tiempo en la vida que vemos hoy.
Uno de los mayores misterios acerca del origen de la vida es la indecente precipitación con la que aconteció en nuestro planeta. Apenas parece suficiente tiempo para que los aleatorios procesos físico-químicos sean capaces de generar vida a partir de fragmentos de materia inanimada. La idea de la panspermia resulta atractiva ya que elimina de un plumazo el problema de la escala temporal: la vida simplemente fue depositada en la Tierra ya lista y preparada para crecer y multiplicarse. A pesar de ello, la hipótesis de Arrhenius pronto fue relegada al olvido. Una posible razón era la dificultad para imaginar las esporas soportando las condiciones extremas del espacio interestelar (temperatura, radiaciones dañinas, etc.). Otro inconveniente era que la panspermia no eliminaba en absoluto la cuestión acerca del lugar donde se había generado la vida en primer lugar.
A pesar de todo lo anterior, la conjetura de la existencia de vida microbiana en el espacio exterior aún no ha desaparecido. Por ejemplo, Fred Hoyle y Chandra Wickramasinghe propusieron en los años 70 del siglo pasado que la vida había llegado a la Tierra a bordo de cometas, causando ocasionalmente brotes masivos de enfermedades. Habían indicios que apoyaban esta teoría. Bacterias que habían viajado a la Luna en sondas no tripuladas habían regresado aún vivas y activas a la Tierra traídas por los astronautas de las misiones Apolo. Más aún, con el anuncio en 1996 de que el meteorito marciano ALH84001 podía contener microfósiles bacterianos, se llegó a proponer que la vida se había originado en nuestro vecino planeta rojo. Los microbios habrían viajado a la Tierra en el interior de meteoritos que les hubieran protegido del dañino ambiente del espacio. Quizá las condiciones primitivas en Marte bien podrían haber sido más propicias que en la Tierra. Sin embargo, el escepticismo predomina. Efectivamente, resultados recientes parecen sugerir que los famosos microfósiles bacterianos no son más que un efecto de los procedimientos utilizados para observar los restos con una resolución al límite de las leyes físicas.
Aunque la panspermia no se encuentra en la corriente principal del moderno pensamiento biológico, la verdad es que constituye una posibilidad muy seria que no se puede descartar así como así. Si resultase ser cierta la hipótesis, entonces las oportunidades de que la vida fuese un evento frecuente en el universo aumentarían espectacularmente (aunque no dice nada necesariamente acerca de la existencia de vida inteligente o de posibles CETs).
En 1973, Francis Crick (co-descubridor, junto a James Watson de la estructura del ADN) y Leslie Orgel publicaron la hipótesis de la 'panspermia dirigida': panspermia más inteligencia, como decía Freeman Dyson. Pensaban que las posibilidades de que microorganismos viables cayeran en la Tierra y hubiesen sobrevivido a viajes interestelares de años luz eran muy pequeñas. Pero una 'siembra deliberada' era diferente. La panspermia dirigida sugiere que una antigua civilización extraterrestre puede haber apuntado deliberadamente esporas hacia planetas con condiciones favorables para la vida. Quizá la vida primitiva no llegó aquí por azar alojada en el interior de un meteorito; puede que hubiese sido enviada a bordo de una sonda (¿por qué iba una CET a sembrar planetas de esta manera?). Puede que estuvieran preparando planetas para posteriores colonizaciones o invasiones y que fallaran en el intento de evitar colonizar la Tierra. O puede que pretendieran diseñar un gran experimento astrobiológico o puede que se enfrentasen a algún tipo de catástrofe global y pretendiesen asegurar la supervivencia de su material genético. ¿Quién sabe?
Resulta difícil saber cómo poner a prueba la hipótesis de la panspermia dirigida. Cientos de millones de años después del evento, cómo distinguir entre vida primigenia surgida de la 'sopa primordial' o llegando a bordo de un meteorito o de una sonda espacial.
En su artículo original, Crick y Orgel discutían y argumentaban que la panspermia dirigida podría resolver ciertos enigmas, Por ejemplo, ¿por qué hay un único código genético en la Tierra? Un código universal sería la consecuencia natural si toda la vida de la Tierra representase un clon derivado de un único conjunto de microorganismos. Otro ejemplo tiene que ver con la dependencia de muchas enzimas con respecto al molibdeno, un elemento químico muy poco común en la corteza terrestre y, aún así, que juega un extraordinario papel en las reacciones bioquímicas. Obviamente, esto resultaría mucho menos sorprendente si la vida en la Tierra procediese de un sistema en el que el molibdeno fuese mucho más abundante.
Si los biólogos son capaces de desarrollar una teoría acerca de cómo se originó la vida a partir de los materiales disponibles en la Tierra primigenia, la panspermia sería, evidentemente, innecesaria. Por otro lado, también podría ser que Crick y Orgel estuviesen en lo cierto, es decir, que una CET podría haber sembrado la Tierra de esporas. Sea como fuere y hasta que una u otra teorías se demuestren ciertas o falsas, la hipótesis de la panspermia dirigida permanecerá sobre la mesa como una posible solución a la paradoja de Fermi. Quizá todos seamos alienígenas...
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