Un agujero verdaderamente profundo debe ser artificial. El agujero más profundo que se haya perforado nunca tiene 13 kilómetros y está en Rusia, en la Península de Kola. Es un hoyo excavado en 1962 como proyecto científico, cuyo objetivo era el de alcanzar una capa muy profunda de la Tierra. Una excavación que reveló no pocos hechos insólitos, como que el agua, a esta profundidad, permanece en estado líquido, o que la temperatura se incrementa con la profundidad en una proporción mayor de lo que se creía.
Si uno lo piensa con detenimiento, 13 kilómetros de profundidad es una distancia descomunal. Pero aún faltaría mucho para llegar al centro de la Tierra, que se encuentra a 3.000 kilómetros de profundidad. Si nos lanzáramos por un agujero vertical en caída libre, imaginad lo que tardaríamos en llegar al centro. La caída libre más larga de un ser humano, por ejemplo, la protagonizó un piloto estadounidense, Joseph Kittinger, desde una altura de 31 kilómetros, que había alcanzado previamente con un globo aerostático. El salto fue bautizado como Excelsior III y en él, Kittinger se precipitó durante 4 minutos y 26 segundos a una velocidad máxima de 988,3 kilómetros por hora. No abrió el paracaídas hasta llegar a los 5.500 metros de altitud.
Llegó sano y salvo a tierra, aunque con una mano inflamada hasta alcanzar casi el doble de su tamaño: una fisura en su guante le había provocado una rápida despresurización. Esta hazaña se produjo el 16 de agosto de 1960, y como a esa altura ya se considera que uno está en la frontera con el espacio exterior, Kittinger se convirtió así en el primer hombre del espacio. “Es un silencio terrorífico“, explicó Kittinger. “La Tierra, el cielo y el globo dan vueltas a mi alrededor, como si yo fuera el centro del universo“.
Pero en el fondo, Kittinger cubrió una distancia irrisoria en comparación con la que todavía nos queda para llegar al centro de la tierra. En ese sentido, el interior de nuestro planeta es tan inhóspito como el espacio exterior. Bill Bryson lo expresa así en su Breve historia de casi todo:
Se ha calculado que si abrieses un pozo que llegase hasta el centro de la Tierra y dejases caer por él un ladrillo, sólo tardaría 45 minutos en llegar al fondo. (…) Si la Tierra fuera una manzana, aún no habríamos atravesado toda la piel.
Entonces, si apenas conocemos nada de allí abajo ¿por qué no podría existir el infierno, o un lugar como el que describe Julio Verne, repleto de mastodontes, ictiosauros y plesiosauros? Los geólogos tienen conocimiento de las capas más internas de la Tierra mediante estudios indirectos, por ejemplo calentando rocas hasta convertirlas en estofado de piedras. Porque bajo nuestros pies sí que existe un infierno, y es mucho más apasionante y exótico que el judeocristiano: el núcleo del planeta, a 3.000 kilómetros de profundidad, es tan caliente como el sol y gira como una peonza.
Vía | Breve historia de casi todo de Bill Bryson
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