A día de hoy, si hablamos de la gravedad, como la fuerza por la que dos objetos con masa se atraen, la gran cantidad de las personas con una formación mínima lo consideran como una fuerza fácil de observar. Ésta fuerza es la que nos mantiene con los pies en el suelo, hace que las mareas suban y bajen, crea corrientes de aire cruciales en las condiciones meteorológicas, mantiene a la Tierra compacta e íntegra, e incluso hace que la Tierra gire en torno al Sol.
Pero si bien es un fenómeno físico fácil de observar, no es tan fácil explicarlo. A lo largo de la historia muchas de las mentes más brillantes se sintieron superados cuando intentaron explicar por qué cuando un objeto se suelta desde una determinada altura cae al suelo y no se queda flotando en el aire.
I: Aristóteles
El primero en plantearse seriamente este problema fue Aristóteles en la antigua Grecia. Según Aristóteles, el mundo material estaba compuesto de cuatro elementos fundamentales: tierra, agua, aire y fuego. Cada uno de estos elementos tenía una posición natural en el universo, hacia la cual tendían a situarse. En esa visión del universo, la tierra se situaba en el centro, el agua como una capa cubriendo la tierra, el aire estaría por encima del agua y el fuego por encima de este último.
La tendencia de los cuatro elementos era intentar volver a su posición. Los elementos pesados, agua y tierra, al centro y los elementos ligeros (aire y fuego) hacia fuera. Siguiendo esta teoría, un elemento como la roca, que según Aristóteles estaba compuesta principalmente de tierra y en menor medida de agua, si se situaba a una determinada altura y se soltaba, tendía a ir hacia el centro del universo, cayendo. Por la contra, cuando una la madera ardía en una hoguera, el carbón se quedaba junto al suelo, por estar compuesto de tierra, mientras que el fuego era repelido al exterior, por encima del aire, en busca de su posición natural en el universo.
II: Los elementos según Aristóteles
Aristóteles, además mantenía la visión de que elementos más pesados caían a mayor velocidad, al tener más cantidad de tierra y agua, y por lo tanto estar más atraídos. Del mismo modo, un incendio virulento hacía que las llamas fueran mayores, provocando que el fuego regresase a mayor velocidad hacia la capa más elevada del universo.
En la visión del mundo aristotélica, también tenían cabida la Luna, el Sol, los planetas y las estrellas como elementos que giraban en torno a la Tierra. Todos estos elementos se situaban por encima de la capa de fuego, y estaban hechos de un quinto elemento, éter. Todos estos astros mantenían su posición en esferas en cuyo centro se situaba la Tierra. Para mantenerse en movimiento, los astros no necesitaban de fuerza alguna, ya que su movimiento se consideraba invariable, tal y como había sido desde todo fue creado.
III: Las capas del universo según Aristóteles
El modelo aristotélico del universo, como primera explicación de lo que más tarde sería conocido como fuerza de la gravedad, se mantuvo como idea predominante en toda Europa y Oriente a lo largo de prácticamente dos Milenios, hasta el final de la Edad media, con la llegada de otros grandes pensadores que se plantearon que todo podría tener otra explicación, siendo la visión de Aristóteles errónea.
Este artículo forma parte de la serie Historia de la Gravedad:
Fuentes y más información
- A Short History of Chemistry (Isaac Asimov)
- Gravity and Gravitation – The History Of Gravity
- The Classical Elements
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